«La piedra de la cordura» es un libro de relatos de diferentes autores sobre enfermedades mentales, donde se invita al lector a tratar de desentrañar cual podría ser el diagnóstico que presenta cada relato.
Se trata de un conjunto textos en los que se narran algunos de los fenómenos que las neurociencias han logrado desentrañar. Las enfermedades neuropsiquiátricas encarnadas en los personajes que las padecen. La historia personal de quien sufre una patología que lo transforma hasta disgregar su propia identidad. Historias que ponen en escena el modo con que las alteraciones de la conducta acompañan a las de la biología.
Uno de esos relatos, «El sentido de las palabras», lo escribe Ángela Pradelli y en él habla de la demencia semántica (DS), una de las variantes de la afasia primaria progresiva. Es un trastorno del lenguaje en el cual los pacientes presentan un deterioro progresivo en la comprensión de palabras, especialmente nombres, y en el reconocimiento de objetos, mientras que otras facultades cognitivas se mantienen notablemente conservadas. Específicamente, los pacientes con DS conservan la habilidad para producir un discurso fluido, pero sin palabras claves, y este discurso llega a ser progresivamente difícil de comprender. Así mismo, pierden la habilidad para reconocer el significado de palabras específicas o para denominar espontáneamente objetos familiares, cotidianos.
A continuación, un fragmento del relato de Ángela Pradelli:
“Fuimos juntos a la primera consulta con el neurólogo y aunque entré con ella al consultorio, Sara se sentó sola al escritorio y yo me quedé unos pasos más atrás. Desde allí me pareció verla todavía más apichonada.
-¿Cómo se siente, Sara? –le preguntó el neurólogo.
-¿Yo? Bien, doctor. El médico se reclino en su sillón.
-¿Tiene alguna molestia, algo que usted note?
-No, estoy bien. Bueno, a veces me canso un poco cuando camino pero lo demás está todo bien.
-Y cuando habla con los demás ¿nota algo diferente con respecto a un tiempo atrás?
-Puede ser, a veces no entiendo bien lo que me dicen.
-Ajá …no entiende lo que le dicen.
– A veces, doctor, no siempre, algunas cosas nomás.
-¿Desde cuándo? –preguntó el neurólogo.
-¿Qué cosa? –preguntó ella.
-¿Cuánto hace que le pasa esto?
-Y a veces no me salen las palabras, doctor. Quiero decir algo y no me viene la palabra.
-¿Hace mucho que le pasa esto?
-Hace un tiempo, bastante.
-¿Cómo se llama usted? –preguntó el neurólogo
-¿Yo? –dijo ella-, Sara.
-¿Cuántos años tiene, Sara?
-¿En qué sentido me lo pregunta?
-¿Podría decirme los números del uno al diez? Sara me miró.
-¿Los números me pregunta el doctor, Mario?
-Sí -dijo el neurólogo-, uno, dos, tres.
-Ah, sí, -dijo Sara-, perdone, doctor, es que hay palabras que no me las acuerdo.
-Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez.
-Perfecto -dijo el neurólogo
-¿Sabe sumar, Sara? Ella volvió a mirarme pero enseguida bajó la cabeza como buscando una respuesta.
-No, doctor, sumar no sé –dijo-, ¿usted a qué se refiere cuando dice sumar?
-¿Cuánto es dos más cuatro?
-Seis.
-Muy bien, ¿y seis más siete?
-Trece.
-¿Y sabe sumar usted? Ella dudó.
-Sumar era…, –dijo-, qué era sumar, Mario –me preguntó.
-¿Usted trabaja, Sara? –le preguntó el neurólogo.
-Sí.
-Y ahora está de licencia, ¿no?
-¿Licencia? –preguntó Sara desconcertada- No me suena esa palabra, ¿qué vendría a hacer una licencia?
-¿Trabaja en un laboratorio?
-No, no, que yo sepa no, pero trabajo, sí, trabajo. ¿Qué sería un laboratorio para usted?
-¿De qué trabaja?
– Soy la secretaria del presidente.
-¿Y cómo se llama el presidente?
-Se llama…
-¿Es su jefe? -Sí, es mi jefe. Se llama…
-¿Cuánto hace, Sara?
-¿Que es mi jefe?
-Sí.
-Ocho años ya.
-¿Y cómo se llama su jefe?
-Cómo se llama –se preguntó Sara con la vista clavada en sus manos. Yo permanecí callado durante toda la consulta, sólo interrumpí una vez y fue porque me parecía importante que el neurólogo supiera lo de la libreta.
-¿Y qué anota? –le preguntó a Sara-, ¿hace listas de palabras que se olvida?
-No, no me las olvido, doctor, es más bien que no sé lo que quieren decir, no las entiendo.
-Por eso busca los significados en el diccionario –aclaré yo.
-Y lo voy anotando al lado de cada palabra –completó Sara.
-¿Cuánto hace que hace listas de palabras que no comprende?
-Bastante.
-¿Una semana?
-Un poco más.
-¿Un mes?
-No, más –dijo Sara.
-¿Cuánto? –insistió el neurólogo.
-Desde el invierno pasado”.
Fuente: alzheimeruniversal.eu