La semana pasada tuvo lugar una sesión formativa orientada a las profesionales de atención directa del centro de día e impartida por la psicóloga Verónica Riesco Roces sobre los trastornos del lenguaje que van apareciendo en las personas con Alzheimer a medida que la enfermedad avanza y la necesidad de ir adaptando adecuadamente nuestra forma de comunicación ante esos cambios.
Comprender mejor las necesidades, deseos y emociones de la persona con Alzheimer u otra demencia y ayudarle a satisfacerlas es un objetivo fundamental que todos los profesionales que trabajamos en este ámbito perseguimos conseguir.
A medida que esta enfermedad avanza aparecen mayores dificultades lingüísticas, produciéndose una involución en esta capacidad cognitiva.
Los trastornos más frecuentes que observamos son la afasia, anomia, automatismos, estereotipias, circunloquios y parafasias.
Esta alteración progresiva del lenguaje puede manifestarse en la expresión y/o comprensión y hace necesario que adaptemos las estrategias comunicativas a cada persona y en cada momento, algunas de ellas son las siguientes:
- Mostrar un interés genuino por aquello que la persona intenta comunicar.
- Dar tiempo, no interrumpirle.
- Facilitar alternativas a las palabras que la persona no puede evocar: “Quiero ponerme la …”. Podemos sugerirle, pausadamente: “¿la bata?… ¿la chaqueta?”.
- Preguntar con opciones de respuesta concretas (“sí” o “no”):“¿Tienes frío?” o “¿Estás cansado?”, en lugar de: “¿Qué te pasa?”
- Repetir los mensajes tantas veces como sea necesario procurando hacerlo siempre con las mismas palabras, excepto si nos damos cuenta de que no comprende alguno de los términos.
- Evitar la confrontación con la evidencia.
- Mantener la calma y ponerse en su lugar.
- Cambiar de actividad o posponer la comunicación para más tarde cuando exista una bloqueo en el proceso comunicacional.
Al aplicar estas pautas de comunicación con la persona buscamos reconocer y satisfacer sus necesidades evitando malestar, inquietud o confusión en medio de una conversación que no comprende.
En estos momentos debemos estar atentos a su lenguaje no verbal y potenciar el nuestro a través de gestos, postura, proximidad o paralenguaje que refuercen el mensaje.
El tono de voz, por ejemplo, es uno de los componentes de la comunicación no verbal más importantes, pero también más difícil de emplear correctamente. Elevar el tono de forma generalizada o emplear términos exageradamente cariñosos (corazón, vida, cielo…) supone una infantilización en el trato hacia la persona mayor.
Debemos reflexionar y asumir que tratar con afecto es cuidar bien, con respeto a su edad y condición, preocuparse de sus inquietudes, respetar sus deseos, gustos, preferencias y toma de decisiones siempre que sea posible para fomentar su autonomía e identidad.